jueves, septiembre 13, 2007

Pipi calzaslargas



Hace muchos, muchos años, la señorita Pipi Langstrum animaba mis apáticas tardes de colegial alucinado. Eran los tiempos del primer Barrio Sésamo, años setenta, bocadillo de merienda poco o nada industrial, dos cadenas (la segunda con interferencias), y una programación infantil como ya no ha vuelto a verse por estos páramos.

Pipi era una niña que vivía sola en un inmenso caserón con reminiscencias góticas, techos altos, lugares sombríos aunque acogedores, en el que nunca faltaba de nada. La comida aparecía por arte de magia y siempre era algo rico y dulce. Los juegos se sucedían sin tregua, y es que no había adultos. Esa fue la primera enseñanza: si queremos jugar como es debido, nada de adultos en la sala.

El tío de pipi era un caballo, y su acompañante constante un mono un tanto repugnante llamado Mister Nilson. Por suerte, el desaparecido padre de Pipi le había dejado una maleta llena de divisas para hacer frente a los imprevistos: bombones y caramelos. Pipi nunca hablaba de su madre. Probablemente la odiase, o acaso intentara olvidar algún desagradable incidente, la pobre...(ya se sabe...)

El universo de Pipi se completaba con sus dos inseparables amigos, Tomy y Anika, a los que recuerdo entre brumas. Por aquel entonces solía salir del colegio con la sensación de estar un poco sonado. Con el tiempo he comprendido que lo me estaba ocurriendo era que el proceso educativo estaba empezando a dañar grandes zonas de mi cerebro...(el Cloretilo tambien influyo)

De todos modos tengo la impresión de que a mí me gustaba Anika. Estaba mucho más buena que Pipi, o al menos eso creía yo desde la óptica de mis 6 o 7 años, aunque la verdad ahora la idea simplemente me repulsa... Tommy era un calzonazos, un pichafloja que se dejaba manipular por las dos putillas. En fin, como la vida misma.

Aquello, visto desde la distancia, era una especie de trío tácito y muy bien sobrellevado. Siempre he creído que el mayor poder de seducción se encuentra en lo que se intuye, no en lo que se ve. Bueno, luego descubrí el porno y mi percepción cambió un poco. A veces el mejor estímulo viene de lo que se ve perfectamente explícito, lubricado y listo para hincar el diente-lengua, pero esa ya es otra historia.

La serie de televisión Pipi Calzaslargas se basaba en las historias que había escrito una guiri llamada Astrid Lindgren, probablemente puesta de marihuana hasta sus mismísimas cejas escandinavas, por que sino nadie se lo explica...

Todo un mundo de juego y alegría se desataba en esa pantalla enorme de televisión desde la que poder huir de nuestras numerosas paranoias y horrores infantiles. La infancia suele ser muy alabada, pero a mí me parece una época bastante terrorífica, aunque también con destellos de belleza. En fin, como siempre buscando el punto justo, el punto impresentable.

Un día Pipi, Tommy y Annika decidieron fumarse unos buenos porros en el jardín de la infancia perdida. Las risas empezaron enseguida. La vida podía ser algo divertido y sin complicaciones. Todo era posible en el reino de los psicotrópicos suaves. El jardín se transformó en parque de atracciones y el cielo adquirió mil colores bellos por segundo. Los programadores televisivos se pegaron un tiro y los miles de niños que aún somos aplaudimos alborozados masticando aún ese resto de la merienda que nos hizo mamá.


Vamos a jugar
a mi casa que es todo un castillo
vais a conocer
mi pequeño mono Mister Nilsson
sé que os va a gustar
un caballo que vive conmigo
si queréis montar
le debéis llamar pequeño Tío

Pipi Calzaslargas, Pipilota para los niños soy
Pipi Calzaslargas sí señor esa soy yo.

Un día también
todos vais a conocer a mi papá
es un capitán
y ahora está viviendo en Tacatuca
me ha dejado
una gran maleta llena de dinero
para que lo gaste
en miles de bombones y caramelos



Prueba irrefutable del abuso de sicotropicos del responsable del guion....
y de dixa melodia, que bien podia ser una cancion de extremoduro...

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